La economía real, los instrumentos financieros y el Bitcoin

La economía real, los instrumentos financieros y el Bitcoin

Mi visión sobre la sociedad del siglo XXI, la economía global y el agujero negro.

Voy a explicar con una metáfora como veo el mundo de la economía, a sus actores y las dependencias que se crean.

Imaginemos el mundo al revés: en vez de visualizar nuestro precioso planeta azul en el vacío del espacio, os propongo que penséis en el mundo como los bordes de una inmensa sima, un gigantesco pozo sin fondo en el que sin remedio  se pierde lo que cae.

La economía real son las típicas gomas de color natural, las del pollero de toda la vida, tensadas entre puntos en las orillas de la sima. Estos elásticos representan las relaciones mercantiles o comerciales con las que se cubren necesidades reales, las que generan valor añadido a consumidores y actores de la economía y por tanto a la sociedad. Como ejemplo pongamos que en un extremo tenemos combustible (de un país extractor de crudo) y en el otro la despensa del mundo -cualquier país agrícola que empleará ese combustible para hacer funcionar la maquinaria agrícola que facilita producir cereal, frutas o verduras.

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Si ampliamos el ejemplo  a todo tipo de relaciones mercantiles en el mundo, la hoy considerada economía global, vemos gomas de muchos puntos del borde del abismo a otros puntos opuestos, en general, líneas firmemente aseguradas trazadas al libre albedrío de los actores en el mercado mundial. Los mejores puntos de anclaje por razones obvias serán aquellos que proporciones bienes o servicios de reposición, es decir, aquellos que necesitamos de manera continua, como alimentos, combustibles, sanidad, ocio, textil, etc… Otros más endebles pero incorporados a la economía real, pueden ser aquellos que solo se requieren de manera finita: televisores, trenes, armarios, cobertizos, etc… Para fortalecerse, estos actores deben generar una necesidad constante de sus bienes o servicios. Hay formas de conseguirlo a través de la expansión del mercado, la competitividad o limitando la vida útil del producto, por ejemplo.

Sin embargo la Historia nos demuestra que la economía tal como la entendemos no funciona así. Para tender según que elásticos hacen falta recursos de muchos tipos distintos: aseguramiento de los factores productivos, infraestructuras y logística de acopio y distribución, competitividad, permisos, mercados, etc. Además las relaciones no son siempre directas, es decir, el trueque no siempre cubre las necesidades. A lo mejor el productor de combustible tiene la despensa llena y busca tener trenes de alta velocidad, pero estos son eléctricos y no funcionan con combustibles fósiles. Para estos casos se inventó el dinero que fluidifica las relaciones y multiplica las posibilidades de los mercados. Por lo tanto el dinero es un medio de pago que sostiene el modelo de economía real y posibilita tender más gomas o crear nuevas relaciones comerciales.

Pero la avaricia y creatividad del ser humano nos llevan en algún punto de la Historia a inventar aceleradores de la economía. Nacen los productos financieros. Se difieren pagos y cobros en el tiempo, la deuda entre los actores económicos clásica se convierte en un producto en sí misma que se puede negociar y vender entre terceros ajenos al negocio raíz. Los estados soberanos acuñan o imprimen su propia moneda y esta se cotiza en mercados de divisas. Así un producto de las mismas características puede costar más o menos en función de una serie de parámetros fuera del control de su productor aunque la percepción de su valor real sea el mismo. Se negocian títulos de propiedad (participaciones o acciones) sobre empresas privadas que se cotizan en mercados de valores (la Bolsa). Productos como bonos, letras, fondos, ETF, y demás mueven billones en divisas.

Desde que se inventara la contabilidad a finales de la Edad Media, se han mejorado las soluciones logísticas, los métodos de conservación, los productivos y el procesamiento de datos. Hemos avanzado tanto que hay industrias enteras que no generan valor añadido, tan sólo dan alegrías o dolores de cabeza mientras las masas patrimoniales cambian de manos y los profesionales de estas industrias juegan con ventaja sobre aquellos con escaso fondo de armario financiero.

Pues bien, en nuestra metáfora estos productos financieros son gomas de vivos colores que se enganchan o anudan a otras gomas, las unen entre sí y van de un tramo a otro tupiendo más la red tensada sobre el agujero. En algunos casos llegan a conectar con la economía real, el borde de la sima. Como he dicho antes, los actores para tensar más gomas o reforzar las ya tensadas necesitan recursos. Si no disponen de músculo como patrimonio líquido, factores de producción, permisos o estructuras comerciales, tienen que buscarlos y acopiarlos. Para eso necesitan apalancarse, es decir, financiación. Se endeudan con la idea de expandir más rápido de lo que sus ingresos en caja les permiten, basándose en proyecciones de negocio, fondos de comercio y reputación.

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Las tecnologías de la información, las computadoras y más recientemente internet han dotado a estos mercados de una rapidez y pretendida transparencia sin precedentes. La velocidad y sobrecalentamiento de los mercados ha hecho atragantarse a la economía mundial. Los más espabilados, inventores y mercaderes de productos financieros se han enriquecido tensando innumerables gomas de colores, tantas que los actores han perdido el control. La deuda soberana de un país es negociada sin control una vez colocada. Las políticas cortoplacistas llevan a una excesiva rotación en los sillones de las administraciones con fieles al partido en vez de especialistas. Las jurisdicciones controladas en parte por lobbies de actores económicos, regulan mercados sin prever las consecuencias. Todo está tan entrelazado y a la vez tan alejado de la economía real que hasta los precios de los bienes reales parecen irreales. Los márgenes brutos se van inflando con costes indirectos, de distribución, comercialización y por ende financieros, mientras que los precios tienen que ser competitivos para mantener cuotas de mercado. Las capas de coste de un producto agrícola o industrial son demasiadas y su complejidad tal, que solo puede ser entendida por especialistas en control de gestión con años de experiencia.

En 2008 llegamos demasiado lejos. La comercialización poco ética de productos financieros, la falta de vigilancia y excesiva corrupción han dañado los mercados a pesar de la extensa informatización y las comunicaciones instantáneas. La banca tradicional ha ido acumulando Activos Tóxicos y empieza a confeccionar paquetes de activos con lazo que intenta colocar en los mercados y cuando no puede las arcas públicas acuden al rescate. El triste resultado es que las gomas de colores saltan y en el peor de los casos arrancan algunas de pollero que creíamos bien ancladas, porque la restricción de crédito, la reducción tan drástica de la velocidad de movimiento de circulante y el frenazo en el consumo abocan a muchos actores de la economía real al desastre, por nadar y no guardar la ropa. Habían pensado que la corriente les llevaría a buen puerto, pero no ha sido así, como llevamos observando más de 6 años. Han desaparecido las gomas de colores, han reventado las pólizas de crédito, la morosidad se dispara, falta liquidez y por los agujeros muchos actores han caído y siguen cayendo al abismo. Muchas economías personales que han avalado a sus mercantiles en fútiles intentos por evitar lo inevitable, no se recuperarán jamás o tardarán generaciones. Países enteros han quedado al borde de la quiebra.

1-pKyNTTpUnbqLFpvLQiAf_APero todo desastre da paso a la regeneración, al ingenio, a cambios profundos y movilizaciones en la sociedad. Desde el principio de la Crisis, desaparecidos los otrora poderosos actores como Merill Lynch, Lehman Bros, Dexia o en España las Cajas de Ahorro, algunos emprendedores y grupos con pocos recursos financieros, pero bien dotados de recursos intelectuales y tecnológicos siembran la esperanza de una nueva economía en un número creciente de nuevos actores. Aprovechando vacíos en la regulación, inventan soluciones para las que la sociedad no está preparada, al menos jurídicamente. Son actores pequeñitos, ‘Start Up’. Nace el fenómeno de la economía colaborativa que se asienta sobre una tecnología que refuerza la comunicación entre pares a través de núcleos o ‘hubs’ o de manera descentralizada. Se fijan tres metas básicas: eliminar intermediarios, la facilidad de uso y minimizar la dependencia de la ahora mal reputada banca tradicional. Aprovechando sus plataformas tecnológicas, el fenómeno de las redes sociales y en muchos casos añadiendo las valoraciones del usuario, nacen modelos de negocio que ponen en contacto particulares con particulares para servicios de transporte personal, paquetería o alojamiento. ¿Pero qué pasa en el sector financiero? ¿Aquellos que ponen las gomas de colores?

El sector financiero tradicional no ha evolucionado en siglos, aparte de inventar productos cada vez más complejos: coloridos elásticos en la red de la economía. Sin embargo emprendedores visionarios o profesionales cansados de modelos ya agotados, se empiezan a colar por los huecos que encuentran entre grandes camiones cargados de gomas de colores, varados, cuyos conductores discuten con las clases políticas como restructurar deudas millonarias, además de sus propias sobredimensionadas estructuras operativas. Los nuevos se disponen a tensar sus propias gomas, saben dar voz a las necesidades de los actores de la economía real y de sus fondos de maniobra, conectándoles con patrimonios líquidos ahora no remunerados en los tradicionales depósitos bancarios. Con propuestas sencillas y especializadas apoyados en sus plataformas tecnológicas conectan directamente a capitalistas con emprendedores o empresarios. Aprovechan el atasco de los canales tradicionales. Ha nacido FinTech, los nuevos instrumentos financieros comercializados por empresas ágiles, que se presenta como una alternativa a la banca tradicional.

Cuando muchos particulares juntos (los anglosajones les llaman ‘crowd’) están dispuestos a tensar las gomas de colores, hacen crowd-funding (capitalizan) o crowd-lending (apalancan), y así financian iniciativas empresariales, su expansión o acopio de circulante de las mercantiles. Si las Startup descuentan las facturas no vencidas de sus clientes entre particulares, compiten contra el tradicional descuento bancario. Otros emprendedores FinTech piensan que con el Facebook de las carteras de activos y pasivos (cuentas por cobrar y cuentas por pagar) pueden conseguir nuevos ‘amigos’, subscriptores, y compensar los que unos deben a otros mediante complejos algoritmos matemáticos… Las posibilidades son inmensas.

El Bitcoin da un paso más. No es cautivo, no depende de un núcleo y su plataforma tecnológica. Es más, ni siquiera pretende depender de la moneda FIAT, es libre. Es un protocolo, programado en código abierto, con interfaces de programación de aplicaciones (API) en bibliotecas públicas. El Blockchain – libro mayor único y distribuido por nodos en internet para todo el ecosistema que contabiliza cada transacción bitcoin. – proporciona la confianza y transparencia a través de la prueba de trabajo y validación consensuada. El Bitcoin aplica el modelo de la comunicación entre pares descentralizada a la transmisión de valor entre dos partes y crea la comunicación segura mediante la criptografía. Si bien no tiende gomas de colores (por ahora), ya que no financia ni engrosa los fondos de maniobra, es mucho más transparente, inmediato y global que los medios de pago clásicos. La comunidad Bitcoin está identificando nuevos modelos de uso y desarrollando aplicativos que fomenten la adopción masiva.

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Atrás o consolidadas quedan la primera, segunda y tercera revolución industrial, la revolución de internet y las redes sociales. Estamos iniciando la fascinante revolución de la economía colaborativa y la expansión de los nuevos instrumentos financieros para desbancarizar las operaciones mercantiles. ‘Fintech’ y como evolución importante el Bitcoin, están aquí para quedarse.

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